
Por: Armando Arcos
“La Iniciativa de la Franja y la Ruta se originó en China, pero las oportunidades y los logros pertenecen al mundo” dijo el Presidente Xi Jinping en la ceremonia de apertura de la Conferencia Anual 2018 del Foro de Boao para Asia, 2018, y vaya que se ha cumplido con creces.
Lo que comenzó siendo un plan de conexión territorial con los países cercanos propuesto por el Presidente chino, muy rápidamente capturó toda la expansión planetaria de China, que sumó a los movimientos de “reforma y apertura” de Deng Xiaoping desde los 80 y el desarrollo global con Xi Jinping desde 2012.
Ya en el año 2018, para el quinto aniversario sobre la promoción de la construcción de la Franja y la Ruta, el Presidente Jinping dijo: “En los últimos años, la construcción conjunta de ‘Belt and Road’ completó el diseño general” y pintó una “gran mano alzada”, haciendo referencia al robusto crecimiento de su iniciativa que ya comenzaba a avanzar y consolidad en todo el mundo. Sin duda el mandatario veía con buenos ojos cómo el proyecto comenzaba a ser robusto y a generar lo que tanto se pretendía con la idea: crear mejores condiciones y facilitar el comercio entre las naciones de forma fluida y categórica.
El proyecto más integrador e importante de la era Xi Jinping ha cumplido con creces su rol y se ha consolidado no solo en el número de transacciones e intercambios que sus miembros realizan, sino también en la cantidad de países que se siguen uniendo a la iniciativa.
En total son 145 las naciones (40% del PBI global) que ya firmaron el Memorándum de Entendimiento para adherirse a la Nueva Ruta de la Seda. Se tratan de 44 naciones de África (81% del continente), 42 de Asia (93%), 29 de Europa (61%), 20 de América Latina y el Caribe (59%) y 10 de Oceanía (62 %). En todos estos países, el “Gigante asiático” firmó acuerdos de cooperación en materia económica, sanitaria, cultural, digital, medioambiental, entre otras áreas.
Con este megaproyecto, China busca traer a la actualidad la legendaria ruta comercial por la que fluyó el comercio entre el gigante asiático y Europa a través de Asia Central durante las dinastías Han (206 a. C. hasta el 220 d. C) y Tang (618 hasta 907), los tiempos más gloriosos de la China imperial, al tiempo que reafirma su vocación de restaurar su tradicional lugar como superpotencia.
La iniciativa, que es vista como un “Plan Marshall del siglo XXI” con el que China pretende moldear sus vínculos con el mundo, incluye el 75% de las reservas energéticas conocidas en el mundo, el 70% de la población mundial y generaría el 55% del PBI mundial.
Sobre esto último, el Presidente Xi Jinping sostuvo en la última la Cumbre del G20 que “el propósito de la construcción conjunta de China de la iniciativa ‘La Franja y la Ruta’ es movilizar más recursos, estrechar los lazos de interconexión, liberar el impulso del crecimiento, lograr la conexión del mercado, permitir que más países y regiones se integren en la globalización económica y juntos abrir un camino de beneficio mutuo y resultados de ganar-ganar“.
Las palabras del Presidente Xi Jinping se reafirman cuando se conoce que la iniciativa tiene dos grandes ejes: el primero una vía terrestre que une China con Pakistán, Afganistán, Turquía, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes hasta llegar a París, algo para lo que China usó las instalaciones ferroviarias existentes, a la que vez que invirtió en la construcción de nuevas.
En segundo lugar, el control de una ruta marítima para llegar a América Latina, África y Medio Oriente, lo que implica la instalación de bases militares y puertos comerciales en los océanos Índico y Pacífico y que ha hecho revivir antiguas rivalidades entre algunos países asiáticos.
No en pocas intervenciones el propio Xi o varios de sus Ministros han destacado que La Franja y la Ruta proviene de China, pero pertenece al mundo, por eso China está dispuesta a trabajar con todas las partes para fortalecer las estrategias de desarrollo y la interconexión, en respuesta a los desafíos globales, en promoción al crecimiento económico mundial para materializar una prosperidad común.
Fiel a su historia continua de civilización milenaria, China prefiere evitar la confrontación. Ha aprendido otros caminos más redituables. No busca el desmantelamiento de las Naciones Unidas, del FMI, de la Organización Mundial del Comercio, sino más bien participa de esas entidades, pero mientras, crea comunidades de naciones alternativas en las que, también abrazada a la tradición de Asia Oriental, ella es el centro, que se fortalece cuando los demás se benefician.
“La construcción conjunta de ‘Belt and Road’ se ajusta a la tendencia histórica de la globalización económica, se ajusta a los requisitos de los tiempos para la reforma del sistema de gobierno global, y se ajusta a la gente de todos los países para vivir una vida mejor”, dijo Xi Jinping en la ceremonia de apertura del Segundo Foro de la Franja y la Ruta 2019, destacando el rol central del plan, donde el sistema de gobierno local y un sueño de una vida mejor para los países miembros se ha vuelto uno de sus pilares, y así lo han entendido sus socios, quienes cada vez que se habla del proyecto destacan los beneficios de ser parte de él.
En los más de nueve años de existencia, la Franja y la Ruta que comenzó desde cero para llegar a tener frutos destacados, ha permitido explorar nuevas direcciones para la cooperación internacional, dando nuevos impulsos al crecimiento económico mundial, construir nuevas plataformas para el desarrollo de las relaciones entre los países y brindar nueva confianza, nuevo espacio, nuevas oportunidades para el desarrollo del planeta. Es por eso que la Iniciativa de la Franja y la Ruta se está convirtiendo en el producto público más acogido en todas partes del mundo hoy en día.